Para
Sofía
y
Raúl Manuel
ACUARIO
cautiva
del
tiburón
tiene
cifrado
su terror
en la tierna mirada
de los niños.
Una
foca
en lo alto de un peñasco
grita
cuando
pasamos.
Su
tristeza
se
pierde
en un
mar
de azul intenso.
de azul intenso.
Cuenta
la señorita del kínder
que alguien se
robó
diez
diez
ballenas;
las llevó a la ciudad
y las hizo
bailarinas.
Pero ellas
prefirieron
convertirse en frescas
voces
femeninas,
en traviesas
sonrisas
en
el mar,
y
se fugaron.
Fuimos a ver las
ballenas
tomar el sol
todo el día.
Baila en sus
chorros
un niño juguetón.
Tócale el lomo
a la ballena gris,
me dijo mi papá.
Y sentí palpitar
el cielo entero.
A la ballena
no le gustan las
palabras.
Le fascina
la risa de los
niños
y los chorros de
sal.
Cuando
canta la ballena
el mundo
se reacomoda.
Brillos
de plata,
saltan
los delfines
en procesión.
Ballena azul,
trasatlántico
milenario,
edificio de luces
en lo oscuro del
mar.
Es que el mar
se adelgaza
al ir contigo,
elefante marino.
Pez total,
pájaro más vasto
que las olas.
Un violín
de gaviotas
esparce
sus notas
musicales
sobre el mar.
El retroceso
del pulpo
es su más astuta
manera de avanzar.
Los delfines
son ángeles
sin plumas,
son niños,
que se alejan
jugando
entre las olas.
Jugar
es lo único
que nos
acomoda
los huesos
quisquillosos.
La máquina
de pensar
en su
cráneo
va a pasear.
En la jaula
de tus
costilla
canta
seguro
e interminable,
el corazón –
canario.
MONUMENTO
I
Enorme
esqueleto
de ballena
en el centro
de la ciudad.
¿Es un barco
antiguo
que perdió el rumbo
en el tiempo?
II
Los huesos
de la ballena
e s p a r c e n
por la ciudad
un animoso
aroma de mar.